LA TRILLA EN MALPICA

LA TRILLA EN  MALPICA

     En el año 2019 escribí por estas fechas y publicaron esta composición en el programa de Fiestas de dicho año. Está basada en una experiencia personal de mi niñez. Quizás algunos ya la conocéis, vamos a recordarla ahora que ha llegado el calor del mes de julio, el mes que más actividad había en ese lugar de la Trilla, las eras.

     Cuando el lucero del alba asomaba por el horizonte, los campesinos se ponían en pie para continuar la faena del día anterior o comenzar una nueva. Un poco más tarde los trilladores, unos animados y otros desganados, caminaban hacia las afueras del pueblo donde estaban las eras que todos los años las hacían los campesinos para trillar las mieses recolectadas en sus tierras.

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    Había llegado la etapa de la trilla donde se separaba el grano de la paja, de los haces o gavillas extendidos en la era, cuyo  trabajo era rutinario y duro por tener que soportar la polvareda que formaban las mulas al paso sobre la parva y algún que otro pequeño remolino o tolvanera levantando altas y expectantes columnas de polvo, aparte de sufrir con el calor propio de la época. Un suplicio para todos, pero máxime para los pequeños trilladores cuya única protección era un sombrero de paja para la cabeza y ligeros de ropa para no aumentar el calor. Estos, montados en el trillo desde que salía el sol, arreaban a las mulas dibujando un círculo tras otro en la parva, cuidando que nunca se saliera el trillo del lecho de las mieses por temor a perder los afilados pedernales que cortaban las pajas.

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    Una vuelta y otra... y más vueltas acompañadas del zumbido de moscas y mosquitos que revoloteaban junto a las mulas. A menudo los trilladores amenizaban su trabajo con repetidas cantinelas inacabadas aliviando la rutina y el hastío de tantas vueltas, soportando un sol enfurecido que no solo clavaba sus rayos, sino... ¡¡abrasaban!! ¿Cuándo se come?, preguntaba uno y otro le respondía, <<cuando tu sombra apunte al cerro La Silla>>. La comida a medio día era habitual  el cocido, y a continuación  una corta siesta y si alguien se quedaba dormido siempre había quien le pintaba un bigote con sebo negro de los ejes del carro. Después había que seguir dibujando círculos en la cada vez más triturada parva. Antes de que el sol siguiera cayendo en su ocaso y desapareciera, llegaba la hora de refrescarse con un buen gazpacho, mientras tanto  los trilladores a la grupa de una de las mulas iban al cercano río para que los animales abrevasen en las ya olvidadas aguas limpias y cristalinas del río Tajo. Hasta aquí un resumen de lo que era la  Trilla durante los meses de verano, los meses de más calor.

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     Esta labor de pasar días enteros subidos a un trillo era destinada a los más chicos, niños que terminaban el curso escolar y eran contratados por los campesinos. Para ellos eran los trabajos más sencillos y el resto, la de extender la mies, volver la parva, recoger lo trillado y aventar para cribar el grano y separar la granza quedaba para los de más experiencia. Nunca ocurrió ninguna desgracia, ni una insolación o quemaduras por el sol, aunque los trilladores eran pequeños,eran duros y curtidos en estas lides para poder aguantar madrugones, sol y la rutina de dar vueltas y vueltas subidos a unas maderas con afilados pedernales en su lecho.

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     Iba avanzando el verano con la trilla casi terminada, a finales del mes de julio se acercaba la fiesta de Nuestra Sra. de Las Nieves, muy deseada por todos los trabajadores del campo pues eran tres días de descanso, de respiro, de oxígeno limpio para los pulmones hartos de tanto polvo. Era la fiesta de verano donde nos encontrábamos todos en la plaza, donde participábamos de misas, procesiones, bailes y atracciones feriales y también de baños en el río. Esta fiesta marcaba   un poco el deseado final de la trilla dejando en el recuerdo las rutinarias vueltas del trillo sobre la parva, las moscas y mosquitos, el polvo de las tolvaneras, la cada vez menos sombra del gango, el agujero en el suelo para refrescar el botijo de agua, los pollos tomateros picoteando continuamente los granos desperdigados, el calor, el arre mula, arreee ...  En fin, todo aquello que a pesar de su dureza siempre era necesario para contribuir a mejorar la depauperada economía de cada casa en aquellos años.

     Un recuerdo para todos los que participaron en aquellas labores, en especial para todos los pequeños trilladores de Malpica.  Sirva este artículo como un cariñoso homenaje hacia ellos.

EHdelaR      08 de julio de 2019

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